QUÉ VALORAN LOS MEXICANOS
(Desde un perspectiva Post-conquista)
En una sociedad posmoderna que está
en función de los cambios que sufre constantemente, en donde sus metarelatos se
han derrumbado conjuntamente con la economía mundial, y en el aumento
progresivo del desprecio por aquello que se consideraba lo único verdadero “la
ciencia” y en un estado de aquello que se puede llamar “Pondus est vitam solus agere” [-vivir la vida solo-
(en un estado sin compañía)]. Se encuentra una cultura en particular que es
interesante y profana a la vez, una cultura que tiene mucho pero valora muy
poco, una cultura mística llena de ancianos [sabiduría]; que desde hace décadas
han guardado silencio ante la creciente indiferencia nacional por aquello que
llamamos patria.
Se levanta una pregunta en medio de
esta sociedad azteca ¿Lo que valoran los mexicanos está afectado por la
conquista, y se puede valorar una libertad que no existe? Entonces están
obligados a escuchar aquellos que luchan contra el hambre diariamente, y
cuestionar aquellos que miran a la nación como una fuente considerable de
ingresos.
La conquista de México marcó indudablemente
el futuro de su patria, nunca sabrán que hubiera sido el no haber sido
conquistado, o al menos haber sido conquistados por un país más inteligente y
menos egoísta, simplemente sería un sueño, que si se sueña mucho se convertiría
en una pérdida de tiempo, un sueño que los apartaría más de la cruda realidad,
y sus efectos somníferos serían más desastrosos que la indiferencia que viven
hoy día a día.
El anhelo no es evitar la conquista
puesto que hace más de cuatro siglos que pasó, el redundante deseo es una
libertad de aquella conquista genocida y despiadada; una conquista que dejo
marcadas las espaldas de todas las generaciones futuras.
La identidad mexicana se ve envuelta
en una mezcla de razas y traumas, entre sentimientos de inferioridad y la
enajenante democracia que acaba poco a poco con la dignidad de este pueblo. Se
basa en sus tradiciones prehistóricas deformadas por el pueblo vencedor y el
anhelo de ser una sociedad de alto nivel adoptando filosofías y costumbres sin
sentido para muchos.
Se puede escuchar a lo lejos la voz
de aquel que puso en alto a México diciendo: Octavio Paz (1970) "El mexicano
siempre está lejos, lejos del mundo y de los demás; lejos también de sí
mismo".[1]
La desesperación de ese México
prehispánico se derivó de la herencia de múltiples enfermedades, el desprecio
por lo autóctono y la proliferación de un malinchismo religioso que seguirá
reinando hasta que el mexicano se levante en contra de su propia mentalidad y
con deseos insaciantes de una libertad completa.
Concuerda en su artículo con esto
Espinoza y Pérez (1994), “Primeramente, la
crisis de identidad toma las formas de disimulo y de máscaras, con las cuales
el mexicano se burla de sí mismo, utiliza un lenguaje procaz, tiene desplantes
de superioridad y alardes, así como rebeldía. Todos estos mecanismos
psicológicos son para ocultar su debilidad, su desconcierto y su confusión,
porque el mexicano experimenta inseguridad, temor, busca el anonimato, el
disolverse en lo social, en el nosotros”.[2]
¿Pero que valoran los mexicanos? Los
mexicanos valoran una infinidad de cosas, desde cosas objetivas hasta cosas
subjetivas, desde tradiciones prehispánicas hasta tendencias modernas, pero ¿cuál
es el medida para decidir entre que valorar y que no?, ¿Habrán de creer que
toda la población valora las mismas cosas?, ¿tendrán algunos el derecho de
generalizar y hablar por todos los mexicanos?, ¿podrán enlistar con seguridad
algunas de las cosas que un mexicano puede considerar como valiosa?, o ¿será
que solo especularan arremetiendo a sus linderos toda una cultura?
Pues desde una postura muy general y
bastante limitada se puede decir que el mexicano valora todo aquello que le
provoca un sentimiento, una reacción patriótica y/o un recuerdo por aquello que
ya no está.
El mexicano valora la vida, pero
respeta con mucho más fervor a la muerte, tiene el sentido de pertenencia de
ser mexicano, pero desprecia con indiferencia sus raíces ante la presencia de
los extranjeros, valora la historia de sus pueblos pero se olvida de la triste
realidad de los suyos, es un pueblo que anhela el sueño americano más que el
progreso de su propio país, es un país que valora más las estadísticas del
futbol a las estadísticas financieras, prefiere el bienestar de si mismo que el
bienestar social, prefiere mirar tragedias en la televisión (tratando de
olvidar sus penas) que leer un buen libro, un mexicano prefiere hacer el trabajo
a última hora que organizarse y hacerlo con tiempo.
Un mexicano prefiere ser
sindicalizado que ser un empresario, un mexicano valora más la apertura de un
centro nocturno que un nuevo museo, un mexicano valora más la inversión en la
reparación de carreteras mal hechas, que en invertir más dinero por tener
carreteras de calidad que durarán más tiempo, un mexicano prefiere tener más
días de asueto que ascender en la lista de aprovechamiento a nivel mundial, un
mexicano valora más reírse de los problemas ajenos que procurar el respeto de
los derechos de otros mexicanos.
Un mexicano no solo valora sino ama
su machismo que no es un regalo colonial sino la mera tradición mejica, que lo
arropa como su vestigio más antiguo y la encargada de transmitir este sentimiento
es la misma Madre y actualmente solamente un número muy reducido ha vencido la
ignorancia arraigada en su corazón y le ha provisto a sus hijos de aquel valor
tan anhelado por ellas mismas llamado “igualdad”; pero no de género como lo
pelean las modernas feministas, sino luchando por la igualdad de derechos y
obligaciones, respetando la diferencia natural biológica, mental y emocional
que nos hacen ser tan diferentes.
Como dicen Espinoza
y Pérez (1994) “La cultura en México,
y los valores que ésta conlleva, profundamente arraigados en el inconsciente
del mexicano, son fundamentales para la cohesión social y la preservación
moral, ayudan a la convivencia humana cotidiana; éstos no pueden ser dejados a
la entrada de la fábrica, de la oficina, del despacho, son introducidos en
estos espacios junto con las personas, de ahí la importancia de ver su impacto
en la organización”.[3]
Pero será que solo existen cosas
negativas o se podrá ver de forma objetiva cómo
son los mexicanos, bajo la mirada y critica de otro mexicano sin que este menosprecie a los suyos,
o será que existe tanto auto consuelo, o una actitud de compasión y sufrimiento
por uno mismo, una actitud deprimente que necesita consuelo, una postura de
dolor ante el continuo abuso de poder por aquellos que llevan el acta de
nacimiento la nacionalidad “Mexicana”, pero con un despotismo cruel arraigado
en su corazón, sin valorar si quiera a los suyos que aun siendo ignorantes
necesitan de un gobierno más humanitario y realmente demócrata.
Basado en un proverbio popular se
parafrasea para poder expresar que cada país tiene el gobierno que merece, no
solo es la culpa de los gobernantes que el país siga siendo conquistado, el
problema es que los mexicanos no han despertado de esa indiferencia pestilente
que causo la depresión por ser una raza inferior (concebida ella misma de esa
manera).
México (cada mexicano) tendrá que
reflexionar acerca de lo que lo define como país, ya que no se puede considerar
al narcotráfico como algo digno de orgullo o la discriminación racial como un
lema nacional, se necesita una cultura que trabaje en la imagen que proyecta al
mundo exterior, pero sobre todo se tiene que hacer una mirada introspectiva y
concientizante de la realidad en la que viven los mexicanos.
Lo que valoran los mexicanos está
determinado por esas experiencias traumáticas y dolientes. México tendrá que
levantar a nuevos caudillos (verdaderos héroes) que no velen por su interés propio
sino que se han capaces de dar su sangre misma por la causa de la verdadera
libertad, en beneficio de tener una nación prospera y libre.
El valor que le da México a un
sinfín de cosas objetivas y subjetivas están determinadas por este cumulo de vivencias
de menosprecio y sumisión, un claro ejemplo es que muchos mexicanos que en
cuestión de trato son más cálidos y amables con gente extranjera que con los de
su propia tierra, o en la frontera se deja ver un constante oído y desprecio
hacia su propia gente, mexicanos vendiendo a mexicanas por unos
cuantos pesos, la traición hacia aquellos que persiguen el sueño americano
siendo abandonados en aquellos infernales lugares de extremo calor y abundantes
de soledad.
Mientras el gobierno mexicano siga
creando los realitys shows para distraer la vista de todos sus pseudovotantes y
mientras el pueblo siga viviendo en esa inocencia idiotizada creada por su
falta de reflexión consumiendo esos realitys, tendremos a un Paulett metida en
nuestro gobierno debajo de aquellas sabanas que el gobierno llama
“transparencia” pero que están más manchadas de corrupción y de mentiras que son
tan ridículas como sus propuestas de gobierno en campañas electorales.
Será tan grande la enajenación del
pueblo mexicano hacia los medios de comunicación como la indiferencia fría y
cruda que tiene toda la nación ante el caso de las mujeres en Ciudad Juárez, o
seguirán los líderes creando al otros “chupacabras”, a nuevas y más poderosas “influenzas”.
Grandes cortinas de humo como el caso del video donde un funcionario humilla un
niño indígena[4], noticia nacional durante
tres días en transmitida por los noticieros más con mayor rating y en los
horarios estelares. Pero los gobernantes han demostrarle una vez más al pueblo
mexicano que no serán buenos administradores, ni brillantes financieros y mucho
menos los mejores más prestigiados gobernantes, pero deberían estar orgullosos
de que son los gobernantes más creativos que un país puede tener.
Seguirá anhelando el pueblo mexicano
a un Luis Donaldo Colosio o un dirigente atrevido y radical como el comandante
Marcos, o se unirán por primera vez el pueblo mexicano en contra de la
ignorancia, en contra de la conquista, en contra de la mediocridad y en contra
de una polaca prostituida por tres
partidos políticos que lo único que ofrecen es que ellos robaran menos.
¿Qué valoran los mexicanos? Una pregunta
que deberían contestar los gobernantes, los funcionarios, la clase obrera, las
religiones, cada uno de los que forman está gran y florida patria, una pregunta
que deber marcar un alto y la promover la reflexión de los valores que se están transmitiendo, debe buscar la concientización
de todo lo que se está enseñando y reformar los actos de este país que donde
habiendo tanta riqueza, se empobrece por la ignorancia y la ausencia de un
elemento que no se puede eludir y que tiene un gran peso esto es la –vida-, los
mexicanos deberían empezar a valorar la vida de cada uno de sus ciudadanos y
procurar el bien común, la cooperación mutua para el crecimiento de una
sociedad, que procura que cada miembro de su comunidad se desarrolle
plenamente.
By:
Mauricio Constantino Ricaldi
[1] Paz,
Octavio, El laberinto de la Soledad. Edit. F.C.E. México, 1970.
[2] Espinoza
Infante Elvira y Pérez Calderón Rebeca, “Cultura,
Cultura en México y en su impacto en las empresas”; Gestión y Estrategia. No. De Revista 6. Balance Sexenal y Retos
de la Empresa Privada. Ed. Universidad Autónoma Metropolitana. Ciudad de
México. Julio-Diciembre 1994.
[3] Espinoza
Infante Elvira y Pérez Calderón Rebeca, “Cultura,
Cultura en México y en su impacto en las empresas”; Gestión y Estrategia. No. De Revista 6. Balance Sexenal y Retos
de la Empresa Privada. Ed. Universidad Autónoma Metropolitana. Ciudad de
México. Julio-Diciembre 1994.
[4] Archivo
de Video. Recuperado de: http://www.youtube.com/watch?v=BnBmLpPl2M4
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